La arquitectura de Costa Rica se desarrolla a partir de la época
colonial con una mezcla de influencia española e indígena.
Después de la llegada de Colón en 1502, muchas de las primeras
construcciones fueron de estilo español, y no fue sino hasta el siglo XVI que
la arquitectura colonial comenzó a prosperar.
Costa Rica tiene un legado de 100 años promoviendo la arquitectura
institucional que giró alrededor de sus propias raíces culturales. Los
edificios religiosos, gubernamentales y educativos son sitios de interés.
La diversificación de la arquitectura en Costa Rica se extiende
desde la influencia europea hasta su propio patrimonio español.
Hay siete estructuras metálicas importadas de Bélgica. Los “Arts
Beaux” neoclásicos, la influencia Bisantina y el actual neoarabe son apenas uno
de los muchos temas arquitectónicos que abrazan este país.
La arquitectura eclesiástica de los siglos XVI y XVII
era sencilla y estaba representada por pocos templos. En un principio la
estructura de los templos era de madera y paja. Después era de paredes de adobe
y techo de teja y de una sola nave. Un sencillo campanario albergaba las
campanas. El templo de Ujarrás en ese momento fue construido con paredes de
calicanto, tres naves, presbiterio con sacristía, oficina para el doctrinero y
claustro adyacente.
En el pueblo de Orosi los padres franciscanos
reconstruyeron el templo doctrinal (el cual se conserva hoy en día) siguiendo
la tradición colonial: de adobe, con una sola nave levantada sobre horcones de
guachipelín, artesonado sencillo de corte mudéjar, capilla lateral, claustro y
hermosos aunque humildes altares barrocos. La fachada principal, de
mampostería, presenta la sencillez de los templos coloniales costarricenses.
Las casas de habitación de los vecinos principales
constaban de un solar de un cuarto de manzana. Eran edificadas haciendo
esquina, con sus horcones de cedro y corredores de caedizo, patio enclaustrado,
cuadras de ordeño, tiendas y trastiendas, cocina ubicada lejos del cuerpo
principal de la casa, otras dependencias y portón de entrada para carretas y animales.
Estas estructuras habitacionales contrastaban fuertemente con los ranchos de
paja de los vecinos del común.
En el último período colonial (a partir de 1780), el
estilo arquitectónico predominante fue el neoclásico, aunque claramente
mezclado con los materiales y técnicas de herencia local.
La administración española de la provincia de Costa
Rica no se preocupó por construir grandes edificios, ni públicos ni de otra
índole.
Posterior a la época colonial, le siguió un período republicano de 1848 a 1920, el
cual si consolida más la arquitectura costarricense. Las actividades de exportación e importación
permitieron el intercambio de tendencias europeas y suramericanas en las
tradiciones de construcción costarricense. El XIX fue un siglo de urbanismo, la
visión de mundo de las élites liberales dirigentes comulgaba con cánones
arquitectónicos que habían adoptado en Francia, Inglaterra, Bélgica e Italia.
Edificios que cabe mencionar es el Palacio Nacional, construido
entre 1851 y 1856 por Francisco Kurtze. En su propuesta neoclásica, el palacio
pretendía representar un Estado fuerte y centralizado como símbolo de la
naciente República.
El Estado desarrolló una serie de «tipologías»
arquitectónicas: cuarteles, cárceles, hospitales e instituciones de
beneficencia y colegios de educación secundaria.
Todavía se conservan varios edificios representativos
de las obras: el Hospital San Juan de Dios de San José, iniciado en
1852 y rehabilitado en la década de 1880.
Las edificaciones culturales comenzaron a emerger con el cultivo del café que cimentó la vía a estructuras grandiosas tales como el Teatro Nacional en San Jose, finalizado en 1897. El Monumento Nacional y el Teatro Nacional (inaugurado
en 1897) se suscriben dentro de cierto eclecticismo imperante.
A finales de siglo XIX se introduce al país el estilo
victoriano (característico de la época de la reina Victoria en Inglaterra), para
la construcción de viviendas de la burguesía cafetalera y de algunas escuelas y
edificios, muy visibles en el Barrio Amón de San
José.
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